Hace tiempo ya tarde regresaba de un viaje de negocios, que aunque exitoso y significado, requirió mucha de mi energía física y mental. Mientras esperaba mi maleta en la banda de la terminal de llegadas del aeropuerto, pensaba que tal vez hubiera sido mejor idea usar Uber en lugar de dejar mi auto estacionado en el aeropuerto, porque ahora a las horas de espera y vuelo habría que agregar casi una hora de manejo para llegar a casa.
Ya en mi auto, puse mi playlist favorito en Spotify al volumen que me gusta, donde la música mas que escucharse se siente y conduje por la calle que para esa hora estaba casi vacía.
Muy cerca de llegar a casa, bajo un gran puente hay un semáforo en un crucero que a esa hora suele estar desierto, así que al llegar a ahí observé que nadie transitaba y por la hora consideré seguro pasar la luz en rojo.
No avancé ni 20 metros cuando de pronto vi por el retrovisor una patrulla de policía salir de la nada a toda velocidad, encender su torreta y alcanzarme en dos segundos.
De inmediato me paré a la orilla de la calle y observé por el espejo lateral como el oficial de policía se tomó todo el tiempo del mundo en inspeccionar mi auto a un par de metros de distancia, hasta que anotó en su libreta lo que supongo era el número de mi matrícula y se subió de nuevo a su unidad.
Durante esos instantes de espera, que a mi parecieron una eternidad, me vino a la mente la frase “presume bondad”, es decir, decidí asumir que la intención del oficial de policía era buena y eso me predispuso a mostrar una actitud positiva.
Cuando finalmente el oficial bajó de su unidad y se acercó a mi auto, antes de hablar conmigo inspeccionó detalladamente desde afuera con su linterna el interior de mi auto y solo entonces empezó el diálogo.
“Buenas noches” me dijo, “¿de dónde viene?” me preguntó, a lo que yo respondí igualmente en tono amable “Buenas noches oficial, vengo del aeropuerto”, supongo que por mi respuesta y sobre todo por el modelo, el color de mi auto y la forma en que pongo mi celular en el tablero me hizo una pregunta que muchas personas me hacen “¿es usted de Uber?”, a lo que respondí “No Señor”, él continuó preguntando “¿Sabe porqué lo detengo?” y le respondí “Si oficial, con precaución pero me pasé la luz en rojo del semáforo”, él me respondió “Es correcto, por favor permítame sus papeles” y en cuanto se los entregué se regresó de nuevo abordo de su unidad.
Unos tres minutos después regresa y me pregunta “¿Ha ingerido bebidas alcohólicas?” yo respondí “Si oficial, una copa de vino en la sala de espera del aeropuerto del DF mientras cenaba y una cerveza que me dieron de cortesía durante el vuelo?”, con un semblante amable, que por su rostro pienso que este joven oficial debe andar en sus treintas, se acerca un poco y me dice “Si lo llevo a que le hagan una inspección ¿cree que pase la prueba del alcoholímetro?” y yo le respondí “Yo pienso que mi nivel de alcohol en sangre no es tan alto por lo que estoy casi seguro que no tendría problema en pasar la inspección”, hice una pausa y como no me respondió, continúe, “como le dije, acepto que me pasé la luz en rojo, que tomé una copa de vino hace poco más de tres horas y una cerveza hace casi dos horas, pero pienso que usted está haciendo correctamente su trabajo y que su intención es proteger a los demás ciudadanos y a mí, así que yo confío en que la forma en la que usted decida que debemos proceder será la adecuada.”
Entonces el oficial hizo silencio por unos segundos, se acercó a mi y viéndome a los a los ojos me dijo “Mire, estoy seguro que cualquier otro de mis compañeros lo remitiría a la inspección, pero por los datos que veo en la computadora, ya está usted a unos metros de llegar a su casa, parece ser una persona responsable y sobre todo tiene respeto de la autoridad, así que aquí tiene sus papeles, conduzca con cuidado y tenga en cuenta que al menos en el municipio de San Pedro no aplica la regla de pasarse los semáforos en rojo después de la media noche, que pase buenas noches”.
Mi reflexión es que lo que hizo una diferencia en lo que hubiera podido ser otro resultado de este diálogo, fue mi predisposición consciente a “suponer bondad” en la intención y acción del oficial, eso me permitió mantener una actitud positiva desde el inicio y sobre todo y lo más importante que me lleva a compartir esta experiencia, es la reflexión sobre la gran diferencia que podemos hacer en el mundo que nos rodea si asumimos buenas intenciones de nuestras autoridades y las tratamos con la misma dignidad y respeto que esperamos de ellos. Se que no es fácil por nuestra historia y cultura, pero yo me quedo con el gran aprendizaje de “asumir bondad” para iniciar y continuar un diálogo, tratar a la autoridad como quiero ser tratado por ella y además aprender que la regla de pasarse los altos a la media noche ¡Ya no existe!.